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El fenómeno de las cocinas fantasmas



Se llaman cocinas fantasma, o dark kitchens, un nombre de por sí inquietante en cualquier idioma. Y en silencio están transformando la hostelería: no son negocios a la vista, con un local abierto al público, sino cocinas instaladas en galpones -o en departamentos- montados exclusivamente para el reparto a domicilio, que se ha disparado con la pandemia y los confinamientos.
Las Apps de reparto aseguran haber duplicado las comandas online durante el último año, según numerosos informes; sin embargo, cuando compramos una hamburguesa, una bandeja de sushi o un menú casero por el celular no siempre conocemos la empresa que opera detrás.

Hasta ahora eran restaurantes ‘físicos’ -con un local, mesas y gente sirviéndolas, para que nos entendamos- intentando expandir su negocio o salvarlo de los cierres de la Covid19, o algunas empresas pioneras que solo funcionaban para reparto, ahorrando los costes de camareros, limpieza, etcétera. Pero la irrupción de las multinacionales del delivery que montan sus propias cocinas está cambiando el panorama. La misma marca a la que un cocinero contrata los repartidores, alquila locales para restaurantes virtuales e incluso puede convertirse en su competencia y vender directamente hamburguesas, sushi o potajes, probablemente más baratos. Y además, controlan todos los datos sobre los clientes, clave de este asunto.






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